La calle también es altar
Nos enseñaron que el altar era un lugar dentro de un edificio.
Un espacio físico, silencioso, decorado, reservado.
Pero en la Biblia, el altar no era un mueble.
Era un encuentro.
Y cuando ese encuentro se encendía… todo alrededor se volvía sagrado.
Hoy, muchos siguen esperando que la gente llegue al altar.
Pero ¿y si Dios quiere llevar el altar a donde está la gente?
El altar no tiene paredes. Tiene fuego.
El altar no es un escenario.
No es un púlpito.
Tampoco es solo un momento de adoración con luces bajas y música suave.
Es el lugar donde Dios y el hombre se encuentran.
Y si Dios sigue saliendo al encuentro en plazas, en colectivos, en esquinas, en parques…
Entonces, la calle también puede ser altar.
No por magia.
Sino porque hay personas que cargan Su presencia y deciden encenderla ahí.
“No esperes un mover de Dios si no estás dispuesto a moverte con Él.”
— Leonard Ravenhill
Donde hay hambre, hay altar.
A veces creemos que lo espiritual solo sucede en contextos “espirituales”.
Pero Dios siempre se manifestó en los márgenes:
en una zarza, en una cárcel, en una barca, en un pozo, en una calle.
Jesús nunca esperó a que la gente llegue al templo.
Él hizo del camino su templo.
Y donde encontraba fe, hambre, o dolor… ahí soltaba algo.
Ahí hacía altar.
La pregunta ya no es:
«¿Quién va a venir a nuestra reunión?»
La pregunta ahora es:
«¿Dónde está la gente con hambre hoy?»
Lo cotidiano puede ser sagrado si hay intención.
Una conversación en la vereda.
Un cartel escrito a mano.
Un mural con verdad.
Un café que se vuelve refugio.
Una oración sencilla en medio del ruido.
Todo eso puede ser altar si hay presencia.
Todo eso puede ser altar si lo que se enciende no es ego ni show, sino amor real.
OneVoiz se mueve así.
No necesita permiso para soltar algo.
No espera el contexto ideal.
No pide escenario.
Solo busca encender algo donde nadie esperaba que algo se encienda.
“Haz de tu vida un altar donde arda el fuego de una pasión santa.”
— Charles Spurgeon
El fuego no es de los lugares. Es de las personas.
El altar no depende del espacio.
Depende del fuego que llevás adentro.
Y si lo que cargás es real, entonces cualquier lugar puede arder.
La calle no es solo un tránsito.
Es un campo de encuentro.
Y en este tiempo, Dios no está esperando que la gente se acerque a Él.
Está buscando hijos que se acerquen a la gente…
y prendan fuego donde haya polvo.
Porque sí:
La calle también es altar.
Y no hay lugar donde la gloria no pueda caer.
Solo falta alguien que se anime a encenderla.